El Seminarista de los Ojos Negros
Desde la ventana de un casucho viejo
una salmantina de rubios cabellos
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
Un seminarista, entre todos ellos,
apuesto, flexible, airoso y esbelto.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: ¡Te quiero! ¡te quiero!
¡yo no puedo ser cura! ¡yo no puedo serlo!
Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: ¡Te quiero! ¡te quiero!
si yo no soy tuyo, me muero, me muero.
por la angosta calle pasaba un entierro.
La niña angustiada miraba el cortejo;
Tan solo, tan solo faltaba entre ellos,
el seminarista de los ojos negros.
Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: ¡Te quiero! ¡te quiero!
¡yo no puedo ser cura! ¡yo no puedo serlo!
Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: ¡Te quiero! ¡te quiero!
si yo no soy tuyo, me muero, me muero.
Pasaron los años, pasó mucho tiempo...
Y allá en la ventana del casucho viejo,
sola , vieja y triste aún guarda el secreto
del seminarista de los ojos negros.
Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: ¡Te quiero! ¡te quiero!
¡yo no puedo ser cura! ¡yo no puedo serlo!
Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: ¡Te quiero! ¡te quiero!
si yo no soy tuyo, me muero, me muero.
compositores: MARIA DEL ROSARIO LOPEZ GONZALEZ
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